16 de noviembre de 2007

El doble rasero de la Iglesia ante las peticiones de beatificación

El Periódico de Catalunya | Opinion - Los otros mártires
Juan José Tamayo - Teólogo

En la idea vaticana de martirio no caben los cristianos que dieron su vida por la justicia que brota de la fe

Recientemente ha tenido lugar la beatificación de 498 mártires de la guerra civil española, privilegiando un concepto de martirio que parece responder a motivaciones políticas más que a actitudes evangélicas. Buena prueba de ello es que entre ellos no aparece ninguno de los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares cristianos que, comprometidos con los valores democráticos y fieles a la República, fueron asesinados impunemente por las tropas de Franco.

Es el caso de cientos de cristianas y cristianos latinoamericanos: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, líderes de comunidades de base... asesinados fría y calculadamente por los Ejércitos, por los regímenes militares basados en la seguridad nacional, por los escuadrones de la muerte, incluso por gobiernos cristianos.

Ninguno de ellos ha sido beatificado. Algunos procesos están siendo una verdadera carrera de obstáculos. Un ejemplo: cuando monseñor Romero ya ha pasado todas las pruebas para la beatificación, en las curias vaticana y salvadoreña se considera inoportuna la beatificación por temor a que su figura sea manipulada políticamente. Esta demora choca con la celeridad de algunos procesos, como el de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, beatificado a los 17 años de su muerte y canonizado diez años después.

La opción por los pobres y el martirio por causa de la justicia que brota de la fe no parecen tenerse en cuenta entre los criterios para declarar beatos o santos hoy en el Vaticano. Si Jesús de Nazaret fuera sometido hoy a un proceso de beatificación, quizá no superaría la prueba. El abogado del diablo le echaría en cara sus permanentes conflictos con las autoridades políticas, su actitud antiimperialista, su desacato a las autoridades religiosas, su pertinaz anticlericalismo, sus constantes llamadas a subvertir el orden establecido, su heterodoxia religiosa, su libertad insobornable y su crítica de la religión.

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